23 de febrero de 2013

La revolución ferroviaria, también es imaginaria (II)

A raíz del post de Max, quiero aportar mi medio centavo.

Primero, que es evidente que toda la infraestructura de transporte de pasajeros en la Argentina está atada con alambre. Toda, la vial, ferroviaria, aérea,  y lo que haya fluvial también. Y no solo está atada con alambre sino que es con alambre oxidado, de medio milímetro.

En mi profesión, cuando ocurre un accidente se aplica el método de investigación por árbol de causas. Si en el caso de Once intentáramos hacer algo así las ramas del árbol deberían llegar necesariamente al gerenciamiento, luego a la administración que designó ese gerenciamiento, al Estado que no controló. Escapa al accidente el otro nivel de ramas: por qué el usuario, que en última instancia mantiene a ese Estado tolera la desidia,  el abandono y la muerte cotidiana. Eso no es un rubro técnico sino sociológico y aunque en ese sentido el votante-viajero elige la soga con la que lo van a ahorcar no es responsable de que un tren no frene, descarrile o se incendie. Si es responsable de creerse todas las imbecilidades que se le cuentan, sobre la dignidad, la ética, la soberanía, altos principios que no hacen que el acero fatigado mejore su comportamiento mecánico o  que las zapatas sin ferodo sigan frenando.

Once fue un hito porque mató a 51 personas, pero todos los días hay  trenes que  descarrilan, pasos a nivel donde la falta de barreras ocasiona accidentes, puertas que atrapan gente o que no cierran, o simplemente trenes de pasajeros y carga que circulan en condiciones inaceptables como trampa cazabobo que en algún momento va a detonar.

Cambiar vías y pintar trenes sirve, es algo. Reparar asientos también. Pero el ferrocarril está todavía funcionando sobre infraestructura centenaria. Cualquiera que viaje va a ver señalización de los años 20 o 30 del siglo pasado, los puentes en su mayoría son herencia de los operadores ingleses y franceses: tienen más de 120 o 140 años y jamás, jamás desde 1945 a esta parte se les ha hecho mantenimiento. Sólo hay que esperar para que un día cualquiera, al pasar sobre un puente falle una dovela y un tren completo caiga sobre una avenida,.o se deslice un apoyo y un tren de carga vaya a parar al fondo de un río.

Estando en Inglaterra tuve oportunidad de ver cerca de Earls Court un grupo de laburantes con equipos de escalada limpiando y reparando la mampostería de ladrillo de la bóveda de un túnel. En USA, pasando debajo de un puente pude ver que el acero estaba inmaculado, sin rastros de óxido y a la vista, bien a la vista estaba la fecha del overhauling de la estructura.

En Argentina gastamos miles de millones en costo inicial, inflado con sobreprecios, curros y cometas. Y después ni un peso para mantenimiento. Pasa con todo, basta con ver los autos de la policía: móviles 2011 se caen a pedazos. Pasa con las FFAA que en los años 70 compraron lo más moderno del mercado, y en 40 años a aquellos barcos, aviones y tanques ni les cambiaron una bombita por lo que hoy tienen que lidiar con sistemas obsoletos y sin repuestos. Después, ante la urgencia todo es reemplazar, maquillar o comprar nuevo.

Los que han viajado algo, deben haber visto como yo tipos limpiando los postes de la luz, arreglando veredas, cambiando lámparas preventivamente, reemplazando líneas de teléfonía obsoletas, o reubicando tendidos eléctricos. Mantenimiento preventivo, renovación. Acá nada de eso sucede. Hay cientos de miles de empleados estatales,  miles de contratistas de obra pública (uno peor que otro, a cual más trucho), y todo se posterga, se alarga, o simplemente no se hace. Pero eso si, se paga del erario público rigurosamente, en fecha o mejor aún con generosos punitorios.

Estamos en los tentáculos de un monstruo.

(disculpen lo extenso del post, sumé unas cuantas cosas que tenía en la cabeza desde hace varios días y salió esto)

5 comentarios:

carancho dijo...

Qué decir? Imprimir el post y enmarcarlo.
Y hacérselo tragar, con marco y todo, a cualquier kako que se digne opinar al respecto.

Nicolás dijo...

Y a nadie, salvo a nostotros, le importa.
A veces voy por la calle y siento ganas de agarrar a trompadas a cualquiera que camina cerca, y preguntar por qué es tan estúpido, tan indolente, tan nada que deja que pase esto. ¿Por qué? ¿Por qué dejan que pase esto? ¿No les molesta vivir en la decadencia, que todo a su alrededor esté podrido, vivir en un basura con cuarenta millones de pelotudos?
Así me siento, yo contra millones de imbéciles, que ni siquiera se percatan que son pobres, feos y miserables. Podrían vivir mejor, pero no, ¿para qué esforzarse?
Vivir en este país es una humillación diaria.

BlogBis dijo...

Nicolás, a mi me encantaría un político que se suba a un estrado y grite las preguntas que acabás de hacer.
Ya no me importa la ideología, busco sólo esa sinceridad

Nicolás dijo...

Usted no sabe lo que vivo, me siento como Charlton Heston en The Omega Man.

Anónimo dijo...

Rubén, las palabras sobran.

Lo peor es que cuando les digo a mis conocidos que, en lugar de usar la tarjeta SUBE (aparte el gobierno no tiene porqué saber los recorridos que hago) prefiero pagar más caro el pasaje porque quiero viajar mejor y que no se puede pretender un mejor servicio pagando precios irrisorios, me miran como si yo fuese un loco o un tarado.

Claro, al primer intento por subir las tarifas a cambio de mejoras en el servicio, todos saltan como la leche hervida.

Se nota que les gusta vivir así.

Andrés